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En la ETI 80, en Culiacán, hay niños soñando con construir robots

 

El Ingeniero Eduardo Guízar invitó a niñas y niños de la Escuela Secundaria Técnica número 80 a soñar con tocar el cielo y llegar a otros planetas con sus robots.

 

Todo empezó cuando tenía 9 años y vio por primera vez una película de la saga de La guerra de las galaxias, una historia que se desarrolla en “una galaxia muy muy lejana”, donde hay seres que tienen poderes sobrehumanos, algunos con espadas láser, y habitantes de distintas razas interplanetarias luchando, pero también una gran cantidad de robots.

 

La mirada de Eduardo se centró en esos personajes como C3-PO y R2-D2, los dos robots icónicos de las primeras películas que ayudaron a los héroes a salvar la galaxia de los malvados planes del Emperador.

 

Ese niño de 9 años se comenzó a hacer preguntas que marcaron su vida y todas las compartía a mamá.

 

“Le pregunté a mi mamá que qué podía estudiar yo para hacer robots. Y la verdad es que en aquel tiempo no había manera, se tenía que ir a Estados Unidos porque en México no había eso”, recordó Eduardo frente a estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica número 80, en la colonia Los Huizaches, al sur de Culiacán.

 

 

Pero en Eduardo había nacido un sueño, el de crear algo maravilloso con sus manos, algo que había visto en películas y quería replicarlo.

Llegó a casa y empezó a experimentar con lo que tenía. Desarmó juguetes de control remoto para quitarles las baterías, los cables y tarjetas de programación.

 

“Así desde pequeño también me di mis primeros toques de electricidad”, dijo.

 

Durante su etapa en la secundaria, Eduardo se enteró que en la calle Cristóbal Colón, en el Centro de Culiacán, había tiendas y talleres de electrónica. Pensó que era buena idea aprender a reparar y construir aparatos de la mano de técnicos.

 

Pidió la oportunidad en uno de esos lugares donde se arreglaban aparatos y lo aceptaron.

 

Su primer día llegó emocionado, listo para hacer funcionar televisiones, refrigeradores y más. Pensó que ese mismo día ya estaría dando mantenimiento y echando a andar aparatos electrónicos, pero no fue así.

“Me dieron una escoba y un trapo, me pusieron a barrer y sacudir. Yo estaba muy triste, lo que quería era arreglar electrónicos, pero mi maestro me enseñó algo muy importante”, mencionó.

“Eso que hice fue una de las tareas más importantes, porque en un taller así debe haber limpieza, porque si hay piezas de metal sueltas en las mesas y lugares donde se arreglan los aparatos, pueden ocurrir cortocircuitos”.

 

Eduardo regresó a casa más emocionado de lo que pensó. Se dio cuenta de que había hecho lo correcto. Así comenzó una aventura que lo llevó hasta la NASA.

 

Durante la preparatoria siguió aprendiendo en talleres de electrónica, pero el momento clave fue cuando tenía que elegir una carrera. No sabía qué estudiar para cumplir su sueño de construir robots, hasta que se acercó con la trabajadora social de la escuela. Ella lo guio hacia el Tecnológico de Culiacán. Le platicó que, si bien ahí no aprendería a construir robots, sí haría algo muy parecido al estudiar Ingeniería Electrónica.

“En ese tiempo todavía no había carreras en México, por lo que tenía que viajar a Estados Unidos y solo se podía hacer con becas, pero no era tan sencillo”, dijo.

 

Pero Eduardo no se rindió, en la universidad conoció a compañeros con sus mismas inquietudes y se propusieron a crear un robot. El objetivo era que ese aparato pudiera andar entre los escombros y ayudara a rescatistas para salvar vidas en momentos de desastres.

 

Armaron un aparato fuerte, al que le colocaron una cámara y se le adaptaron motores en las ruedas que hacían posible que se pudiera mover fácilmente entre lugares difíciles de caminar.

 

El proyecto no terminó ahí, sino que sirvió de inspiración para presentarlo ante instituciones como el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conacyt), donde causó sorpresa y muchas dudas de científicos e investigadores que conocían que en un lugar como Culiacán se estaba trabajando en algo todavía lejano en muchos laboratorios y talleres.

 

Eduardo pensó que ahí había terminado todo, pero a las semanas recibió un correo de la institución, informando que había una agencia de otro país con un amplio interés en conocer el robot.

“Felicidades. La NASA quiere conocer su proyecto de robótica”, recordó, asegurando que en ese momento solamente le causaba incredulidad.

 

“No creía lo que estaba leyendo y no lo contesté”, agregó.

 

Pero días más tarde recibió un correo electrónico directamente desde la NASA, querían conocerlo, hablar sobre el robot y en especial de las ruedas que lo hacían mover entre escombros.

Eduardo llegó a la NASA, escuchó a científicos hablar y hacerle una propuesta: querían usar sus motores para trabajarlos en el Curiosity, un vehículo que sería enviado al planeta Marte en 2011 para explorar una parte del territorio marciano.

Eduardo seguía incrédulo hasta que vio documentos en un escritorio, un contrato para tocar el cielo a través de las llantas de un robot.

“En Marte ahora hay huellas sinaloenses”, aseguró ante los niños de la Escuela Secundaria Técnica número 80.

 

Hay niños que están construyendo robots en Culiacán

Eduardo llegó a la Escuela Secundaria Técnica invitado por SUMA para compartir su experiencia con niñas y niños que están construyendo robots.

 

 

Se trata de Julio César, Ashley y Hilary, quienes han participado en un concurso de Ciencia para crear vehículos motorizados, destacando tres habilidades importantes: innovación, calidad y diseño.

 

El Maestro Émerik Alvarado Torres ha sido el encargado de impulsar a estos niños a crear los robots, invitándolos a construir vehículos motorizados.

“Hicimos un circuito eléctrico y para explicar la Segunda Ley de Newton teníamos que crear un pequeño dispositivo que avanzara con alguna fuerza y entonces viéramos qué tanto avanzaban”, explicó.

“Se me ocurrió llevarlo a un concurso, a que hicieran un carrito y ellos fueron quienes ganaron en sus grupos porque sus carros tenían una batería, una fuerza externa que los hacía avanzar”.

 

El Maestro quedó sorprendido porque, aunque no habían tenido la clase sobre electricidad, los niños ya tenían conocimientos previos, un hecho que enriqueció la clase.

Sin embargo, reconoció, que el impulso de las niñas y niños no sería tal sin la ayuda de padres y madres, quienes se han mostrado participativos en cada proceso creativo.

 

 

#EmpiezoporMí


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